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Recordando entre las sombras a Carlos Ramírez Soto

Febrero 04, 2014
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Murió Carlos Ramírez Soto y quizá muchos no sepan quién era este personaje, en una ciudad mezquina con sus vates y cantores, este poeta parecía tener un alma de granito para aceptar con hidalguía la ingratitud de su amado Chiclayo, porque la chiclayanidad es algo que honró como un soldado a su estandarte.

Difusor de su propia obra poética, caminó la ciudad vendiendo sus libros, y cuando estos se acababan los vendía al menudeo, por hojas, pero estaba allíromántico empedernido escribiendo a todo vapor, algo que personalmente envidio, y envidio de la manera más sana, porqué se puede aprender a escribir poesía pero no a vivir como poeta.

Fue solitario, qué tiene de raro si todo poeta lo es, no tuvo hijos, y tampoco tiene algo de raro si como dice José de Lezama Lima; “el poeta es como el mulo: estéril”. No sabía mentir, esa si era una dificultad en un mundo tan infestado de mentiras e injusticia, sin embargo, jamás se arrepintió de ser franco y loco.

Un día para la risotada de los simplones, Carlos Ramírez, conocido como “Arracacha”, escribió “El Orate en su Espejo” algo que parecía un auto de fe o una suerte de inventario biográfico, personalmente creo que se trata de su testamento, ese que ninguno de quienes los conocemos heredará.

Murió sólo en su casa a horas de la mañana un 03 de febrero del 2014, tal vez en pocos años nadie se acuerde, Chiclayo es amnésico con quienes intentaron la trascendencia de su vida urbana, su dignidad y honra tan vejadas por algunos migrantes astutos e hijos ingratos pero convenidos, la noticia me apena no solo por el hecho de ser su amigo sino por el silencio que la indiferencia le ha conferido.

Dentro de sus obras constan: “Génesis”, “En Carne Viva”, “Cuando el Mar era Niño”, “Laberinto”, entre otras, en una oportunidad – y no por acucioso – me enteré que escribió la letra del himno a Pueblo Nuevo, eso quiere decir que nuestro querido “Arracacha” tendría muchas otras creaciones que no podría detallar en este escrito.

Pese a sus proezas el mencionado poeta vivió de pellejerías, su pobreza era crónica pero su lucidez mayor cuando decía; “de que me valen tantos diplomas, medallas y pergaminos si juntando todos los que tengo ni siquiera me compraría una cerveza”, y así vivió y murió el autor del “Orate en su Espejo”.

No voy a escribir sobre recuerdos dulzones al respecto, sería mentir, que esas cosas queden para los teóricos del faroleo como Luis Rivas Rivas, tampoco haré lo que nadie se atreve a publicar pero si a decir entre el cuchicheo, su muerte me apena, pero más apena la procaz y sórdida indiferencia que Chiclayo depara a sus poetas.    

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Una publicación de JM COMUNICACIONES